Desde pequeña, decidió que iba a ser fuerte y se preparó para cualquier cosa mala que pudiera ocurrirle. Asumió por completo la posibilidad de caer enferma; imaginó mil veces que tenía un accidente; que sus padres morían jóvenes; que no conseguía trabajo; que no encontraba marido o que el que encontraba la cosía a palizas cada vez que llegaba a casa; pensó en unos hijos nada complacientes, rebeldes y abandonados a la droga; se hizo a la idea de una muerte lenta y cuajada por la soledad.
Pero nunca se le ocurrió que debía prepararse para una salud de hierro; la buena suerte al volante; unos padres también sanos y lúcidos; el trabajo que siempre había soñado; un marido desdenciente de los ángeles; unos hijos inteligentes y maduros; en fin, todo tan perfecto, que ni siquiera le sirvió haberse preparado para morir sola y lentamente, ya que murió cuando todos estaban en casa, y muy rápido, tanto como le permitieron las treinta pastillas que se tragó en dos segundos.
3 comentarios:
Muy bueno, como siempre.
Es parecido al microrrelato con el que ganaste el diploma ayer (a ver si lo publicas para que tus fans podamos leerlo de nuevo).
Un besitoo :)
Joe, eso sí que es morir de éxito ¿no? pero dicho con estilo.
Buena entrada.
Bueno, como decía el poeta: "La vida es sueño y los sueños...", ya se sabe. Está bien imaginar, está muy bien inventar, y sobre todo está muy bien soñar, porque a esos les pertenece el futuro. Ese futuro incierto del que a veces ni siquiera salimos en el "futuro del futuro", en el "mañana del mañana", en el que nunca sabemos si vendrá. A pesar del amor, del desamor e incluso de las 30 pastillas del poeta imaginario que una vez lo intentó y no lo consiguió, pero aún así sin conseguirlo hay que levantarse y volver a intentarlo. Siempre adelante, solo o en compañía, hasta el día del juicio que nunca llegará porque dicho juicio no existe mas que en la imaginación del "pobre", del "dómito", del absurdo.
Y poco mas, apenas nada mas...
Un bezaso de elapatrida
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