Yo de mayor quiero ser una guitarra eléctrica, para que acaricies la curva que se trace en mis caderas y rasgues las octavas de mi mente; que cuando vuelvas a casa cansado y sin ganas de hablar, lo primero que hagas tras quitarte los zapatos y arrojarlos al desorden sea recogerme y tañerme, que me hagas sonar con esa voz joven y despeinada que tanto me gusta, la voz de la gente que va a tomar copas en zapatillas; que me ames y, sobre todo, que digas que me amas, cosiendo tu voz a mis cuerdas, sí; que tu garganta vibre al son de mi amplificador, que también tú cantes con tu voz rasgada y los ojos cerrados, apretados, ciegos mientras sigues cantando y tocándome, y entonces, también entonces, digas que aún me amas, por segunda o tercera vez, no importa cuántas veces, pero sí el tono: que cojas aire, que subas un poco más y que tu voz baile sobre mí, demorándose en la u infinita que acompañará a mis acordes toda la noche, reverberando en mis tímpanos de guitarra eléctrica...