Nada calmó su hipocondria, todos los resultados negativos fueron en vano. La letanía de análisis de sangre, linfa y orina para descartar infecciones; las claustrofóbicas pruebas para inspeccionar su cerebro en busca de la causa perdida de los dolores de cabeza; la biopsia, por culpa de esa mancha ínfima donde el cuello se unía con la espalda; más análisis, esta vez porque no le sentaba bien ningún primer plato; las radiografías en busca de calcificaciones o micro-fracturas; la citología en prevención de clamidias imaginarias transmitidas por magia negra a través del preservativo; más biopsias, ahora en honor a un lunar asimétrico; y, finalmente, el Audi negro que se la llevó por delante, justo cuando salía ensimismada de recoger el resultado de su último análisis, también, y por supuesto, negativo.